La comprensión de la muerte por parte de los niños es dolorosa en un principio, pero necesaria para lograr una personalidad sólida y valiente a largo plazo.
Los estudios revelan que los niños atraviesan una serie de etapas en su entendimiento de la muerte. Los preescolares normalmente entienden la muerte como algo reversible, temporal e impersonal, como ocurre en los dibujos animados, por ejemplo.
Entre los cinco y los nueve años de edad, la mayoría de los niños comienzan a darse cuenta de que la muerte es algo definitivo y que todos acabamos muriendo, aunque abrigan la idea de que, de algún modo, podemos escapar de ella por medio de nuestro propio ingenio. A estas edades, los niños personifican la muerte con un esqueleto, un ángel o similares, y algunos de ellos llegan a sufrir pesadillas.
A partir de los nueve o diez años de edad y durante la adolescencia, los niños empiezan a entender plenamente que la muerte es irreversible, y empiezan a elaborar ideas filosóficas acerca de la vida y la muerte
La muerte es el fin da la vida y todo lo que nace está destinado a morir, y antes de hablar con el niño sobre este tema es necesario que el adulto mismo esté sereno, sin lágrimas, sin la voz entrecortada, ya que los niños perciben la angustia. Explicar que la muerte forma parte del ciclo de la vida, siempre con delicadeza y paciencia, es una gran muestra de confianza en el niño y evitará que se sienta decepcionado en un futuro.
Explíquele en términos sencillos que cuando las personas se mueren ya no respiran, no comen, no hablan, no piensan y no sienten. Reducir la explicación a frases como «se fue de viaje», «lo perdimos», «se volvió un angelito» o «está en un mejor lugar», son insuficientes por sí mismas, ya que dan pie a que el niño especule, e incluso espere por semanas el regreso del ser querido, evite eufemismos como «el descanso eterno» ya que para un niño pequeño es difícil distinguir entre sueño y muerte.
Tampoco es bueno mentir diciendo que todas las personas se mueren cuando son «viejitas» ya que como sabemos esto no es cierto, hay que hacerles saber que es algo impredecible.
Hasta los 5 años el niño continuará su rutina sin más luego de una explicación, a partir de los 6 años quizás manifieste alguna forma de ansiedad, para prevenir recurra al contacto físico y al diálogo fluido, que el niño no haga preguntas como «¿también mis padres van a morir?» no significa que no las piense.
No es aconsejable retirar repentinamente los recuerdos y fotos de la persona fallecida, los niños necesitan estabilidad.
Tenga cuidado al hablar de conceptos como el alma o el espíritu, que por ser abstractos, son difícilmente asimilables por los niños, quienes pueden empezar a asociarlos y buscarlos en elementos tangibles.
La charla es buena oportunidad para hacerles saber que el cementerio no es un lugar espantoso sino un espacio dónde puede ir a recordar y honrar al ser querido fallecido.